Antes de nada, permíteme preguntarte:
- ¿Cada cuánto limpias tu nevera?
- ¿Cual fue la última vez que revisaste los botes que tienes «muertos de risa»
- ¿Tienes un laboratorio de cultivo al final de cada bandeja?
- ¿Te encuentras fruta o verdura cubierta de moho cada semana?
- ¿Olvidas que has comprado carne (incluyo embutidos) o pescado hasta que empieza a notarse que están ahí?
- ¿En ocasiones tu nevera huele mal?
- ¿Explotan los botes de cristal en el congelador?
- Espera, que esta es buena: ¿Sabes lo que tienes en el congelador?
- ¿Cómo va tu colección de salsas y aderezos?
Si para cualquiera de las preguntas, tu respuesta ha sido «si», o «ufffff»… mientras agitabas una mano enérgicamente como hacia afuera, este post «tinteresa».
Tengo que decir que la primera versión de este post, era culminar el trabajo anterior, pero me he metido tanto de lleno, que me estaba quedando muy largo, así que habrá «tercer fascículo».
¿Cada cuánto deberíamos hacer una limpieza de nevera?
Por mi experiencia personal, depende mucho de cuánto la llenes y cómo te organices.
- Si eres de esas personas que compran como para tener una despensa que te cubra un «por si acaso llega el día del juicio final,» y acabas comiendo fuera de casa… pues quizá deberías hacerlo bastante a menudo (al menos, una vez cada 15 días) ya que probablemente haya alimentos que entren en fase de descomposición o putrefacción.
- Si vives «al día» y con previsión organizada, probablemente compres solo lo que necesites y tu nevera no entre en fase crítica. En este caso, solo cubriríamos accidentes por derrame, o el que se nos «haya perdido» un alimento debajo de otro en la bandeja de la verdura. Si la tienes en buenas condiciones y le pasas una bayeta de vez en cuando, quizá una vez al mes, aunque yo procuro hacer limpieza de los cajones de la verdura cada vez que se quedan vacíos.
Lo más importante es comprar alimentos de forma consciente, o lo que es lo mismo: con cabeza. Compra solo aquello que vayas a consumir, y para eso has de tener una buena planificación de las comidas semanales. Menos es más. Siempre.
Imprescindible a la hora de «sanear una nevera»:
- Preparar la basura para separar lo que esté pasado o en mal estado (orgánico, envases, cristal, papel…) mientras vamos sacando.
- Tener una nevera portátil o bolsa isotérmica «a mano».
- Sacar todo lo que tenemos dentro y disponerlo en la encimera.
- Agrupar los alimentos según su categoría:
- Crudo animal: Carnes -pescados- mariscos sería interesante guardarlos en una nevera portátil o bolsa isotérmica, para no perder la cadena de frío.
- Crudo vegetal: frutas, verduras, hortalizas…. (yo no suelo meter frutas en la nevera en invierno, salvo si quiero que tarden mucho más en madurar, como es el caso de aguacates y mangos)
- Preparados lácteos o vegetales (yogures, cremas, mantequillas, quesos, postres…),
- Huevos y embutidos.
- Bebidas.
- Salsas y aderezos. Aquí vienen las sorpresas: sobrecitos abiertos de ketchup o mayonesa de la última vez que fuiste al burguer y te entró el ansia «porque es gratis y me lo echo al bolso»; botes de cristal olvidados a su suerte en el fondo de la bandeja… o ese tarro de aceitunas abierto (pero cerrado después) con islas blancas y verdes flotando. Si C.Darwin levantara la cabeza…
- Comida casera preparada y envasada: si está envasada por nosotros, y tiene más de 3 días, la forma de catalogarla es por vista, olfato y gusto (en ese orden). Si usas envases al vacío, puede durar entre 7 y 15 días. Los que yo compré en su momento, los puedes encontrar aquí.
- Congelados: es muy probable que encuentres a Disney entre puñaditos de guisantes que se te han desparramado por el cajón, o helados del año en que todavía existía el Twister Choc; así que no te voy a decir qué tienes que hacer en este caso, que no sea la aplicación del sentido común. Lo que esté en buen estado de congelación (bien cerrado, sin churrasquillos de hielo., o saliendo de un bote como el mosntruo de hielo…) lo dejamos dentro del congelador para no perder la cadena de frío.
Separar los alimentos en buen estado de los que han pasado «a otras formas de vida»
Alimentos envasados ( o sin abrir):
- Siempre miraremos la fecha de caducidad.
- Tanto si estamos dentro de fecha, como si no (puede ser que siga en buen estado), procederemos al igual que en los alimentos del siguiente párrafo.
Alimentos frescos, preparados o envasados que ya hemos abierto:
- Vista: mal aspecto, presencia de mohos o levaduras, tarros hinchados o abombados…Ojito con los tarros abombados, puede indicar presencia de bacterias c. botulinum y puede dar lugar a intoxicaciones muy peligrosas. La toxina botulínica no modifica el sabor ni el aspecto del alimento ¿ok? así que lo mejor es que lo deseches si el envase presenta un aspecto hinchado.
- Olfato: si ha pasado la prueba visual, nos atreveremos con el olfato. Siempre tiene que oler bien, si no: ¡caca!
- Gusto: A veces el alimento pasa las dos primeras pruebas, pero no pasa la del gusto. Suele ocurrir con caldos que se enrancian después de muchos días en la nevera, o tomates «picados» que tiene un ligero sabor avinagrado.
- Tacto: lo vamos a emplear a la hora de filtrar embutidos; seguro que alguna vez te ha pasado que olvidaste que tenías embutido, y cuando… ¡sorpresa! lo descubres está un poco parduzco, huele de forma «pasable» pero lo tocas, y tiene una textura babosa. Ese embutido: fuera. Sin embargo hay embutidos curados que pierden humedad, se quedan muy secos ¡y duros como piedras! Si han pasado el filtro anterior, úsalo para pucheros y caldos, porque lo único que necesitan es hidratación.
¡Ojo! Un tomate o champiñón arrugado por falta de humedad no es motivo para desecharlo, ni una rama de apio «lacia» o un puerro medio seco; pueden servirnos para hacer un caldo, o la base de un sofrito, así que aprovecha para darles uso. Si empiezan a aflorar «intrusos» en nuestro vegetal o fruta, o hay alguna zona de «presencia regulera», prueba a quitarles esa parte con un cuchillo. Me pasa constantemente con las berenjenas; acaban con el rabito lleno de «algodón blanco», y algunas zonas más reblandecidas. Lo único que hago es cortar la parte que no está en buenas condiciones, y me quedo con la que está más firme y tiene buen color.
Otra cosa muy diferente es cuando se trata de carne, pescado o aves. Aquí no hay que ser benevolente ¿ok?
Recuerda siempre que tirar comida «porque si» significa:
- Generar más residuos.
- Un mal gesto para con quien no se puede permitir comer todos los días ¡y varias veces!
- Un mal ejemplo para las personas con las que convives.
- Es tirar tu dinero a la basura, y lo que es lo mismo: desvalorizar tu trabajo.
- ¿Se te ocurre alguna más?
Así que ya tienes unos motivos más para comprar con cabeza 😉
¡¡No te pierdas la 3º fase de nuestro Detox, en la que pasamos a la limpieza de la nevera!! Recuerda que todavía tenemos el congelador (aunque filtrado) lleno de comida que tenemos que organizar de tal manera que no cojamos temperatura, y no perdamos la cadena de frío ¡así que presta atención a la próxima publicación!
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Un besoabrazo enorme,
Eva.